Archivos Mensuales: diciembre 2012

Entrada 33 – Oskari

Capitán Oskari, piloto principal
Ciclo 87
Sistema: 9º
Laestisa II: órbita de Valmeri
Archivo de audio [Transcrito]

He decidido grabar todas las conversaciones a partir de este momento. Después de todo lo que recogió Satu sobre mí, poco importa ya. Quede testimonio pues del desenlace de vuestra tripulación perfecta.

Si Satu sobrevive, no descarto resarcirme con ella una vez esté en la Laestisa. Pero está confusa y enferma. Y vuestro proyecto, vuestro maldito experimento… Quiero comprobar si Satu puede cambiar de parecer. Para detener el adoctrinamiento del Triunvirato sobre la población, pensé en un principio. Luego llegué a la conclusión de que me mataréis en cuanto ponga un pie en Mermoa. Por ello me serviré del diario, por si alguien ajeno al Triunvirato leyese esto.

Satu apenas responde al intercomunicador, pero he podido hablar con ella lo suficiente para saber que sigue en condiciones de seguir mis indicaciones y llegar al refugio del resto del equipo. Ya he contactado con Viljo para que cubran su huida en cuanto llegue a la plaza.

La tripulante Miska me ayudará. Miska buscará rutas alternativas y mantendrá vigiladas las cercanías de la plaza. Ella informará al equipo de tierra, mientras yo me ocupo de dirigir a Satu.
Allá vamos.


[Estableciendo comunicación: intercomunicador 4. Tripulante Satu]

Tripulante Satu, aquí el capitán Oskari. ¿Me recibes?

– …

Satu, aquí el capitán Oskari, ¿me recibes?

– No mintáis. No mintáis.

Satu, soy yo, Oskari.

– Me da igual. Seas quien seas, estoy cansada de oíros. Parad, dejadme en paz, el agua está cerca. Soy Aitivera, mis hijos me llaman y he de acudir, o de lo contrario el capitán se enfadará. Le engañé, ¿sabes? En el fondo me daba igual.

No me lo pongas más difícil…

– Ya voy, ya voy. Mis hijos me llaman. Dicen que el agua está cerca. Que los unaitis mienten, porque quieren ser hijos míos. Debería abrazarles también.

Satu, ¿recuerdas lo que hablamos antes? Te llevaría a un lugar seguro. Dijiste que querías ir.

– ¿Me necesitan en otro lado? ¿Te lo han dicho mis hijos? La Madre ha de responder.

Sí, te necesitan. ¿Vas a escucharme? ¿Harás lo que te diga?

– Sí, capitán. Sácame de aquí.

Miska, contacta con el equipo de tierra. Aprovechemos que empieza a tener momentos de lucidez.

– Recibido.

Satu, escúchame. Tan solo tiene un cuchillo, así que mi primer orden es que no te detengas por nada. No mates a ningún unaiti a no ser que lo tengas encima. No te pares, no dejes de correr en línea recta hasta que te indique otra dirección. Acabaremos pronto, ¿de acuerdo? No estás muy lejos de su posición. Ellos te ayudarán.

– Ellos, claro.

Sal del edificio.

– Pero entonces no podré escucharos.

Satu, soy Oskari. ¿Me reconoces?

– No te creo. Pero me ayudaste ahí dentro, cuando todo estaba oscuro. Me dijiste que solo podía confiar en ti. A mamá no le hice caso. Y al final le conté a Oskari su secreto. Me dijiste que no lo hiciese, pero que era decisión mía. ¿Me equivoqué?

No, no te equivocaste. Y ahora, ¿me seguirás haciendo caso?

– Estoy fuera del edificio. Oigo el agua… Está cerca, ¿verdad? El suelo y las paredes están mojados, y hace frío. Hay agua. Déjame ir.

No, no. Tienes que llegar a la plaza, ¿me has oído? Soy lo que quiera que sea que has estado escuchando antes. Obedéceme.

– Pero quiero oír el agua. Voy a quitarme este aparato, no me deja oír bien.

¡No! No te quites el intercomunicador, o no podrás escucharme. ¿Me has entendido?

– Pero me habláis desde dentro. A mi cabeza. Esto no me deja escuchar el agua. Al menos quitaré esto, me molesta al hablar.

¿Qué has hecho? ¿Satu? ¿Me escuchas?

– Creo que ha arrancado el micrófono, capitán.

Mierda… Satu, si aún puedes oírme, empieza a andar. Tienes que correr en línea recta por la calle hasta que llegues a una pequeña plaza, ¿de acuerdo? ¡Ya!

– Se mueve. Pero va muy lenta, creo que está andando.

Satu, tienes que correr, o te alcanzarán en cuanto te vean. Si me estás escuchando, ¡corre! ¡Corre por tus hijos, por Aisyva!

– Has debido asustarla. Ahora corre como si estuviese nadando.

Muy bien, muy bien. Llegarás en seguida. Ahora verás dos calles, una que sigue recto y otra que baja a tu derecha. Sigue por la derecha. Y no dejes de correr.

– De momento está obedeciendo… Debería llegar en breves a la plaza. Equipo de tierra, aquí tripulante Miska. Informe de situación.

– Aquí oficial primero Viljo. Oímos aullidos de unaitis a lo lejos. Creo que haber escuchado un grito yarvi, aunque no estoy seguro. Estamos listos y a la espera de órdenes.

¿Se ha detenido?

– Sí… Creo que la han cogido. ¡Espera, se mueve!

Pasa a imagen real.

– Madre… Está rodeada. Creo que ha matado a uno.

¡Satu! ¡Corre, no te pares, corre! ¡¡Corre!!

– Está avanzando. Ha tumbado a un unaiti y sigue corriendo. La señal es muy mala…

Pásame el comunicador. Viljo, aquí el capitán Oskari. Quiero a Vellamo listo para disparar desde la ventana de vuestro refugio. Tú bajarás inmediatamente a la plaza, proteged a Satu desde dos alturas. Y quiero a alguien más describiéndome cada detalle de lo que suceda. ¡Ahora!

– Recibido, capitán. Seija, ponte junto a Vellamo e informe a la Laestisa. Tú, dispara a todo unaiti que veas con el rifle de aumentos. Lumi, tú bajas conmigo. ¡Adelante, vamos, vamos!

Satu, no sé si me oyes, pero no pares de correr. ¡Ya falta poco!

– Se está desviando…

¡Satu! ¡Continúa recto! ¡Que no te acorralen!


[Comunicación interrumpida]

¡¡Satu!!

– La señal se mantiene activa, señor, pero se ha detenido.

¿Tienes forma de rastrearla a ella en lugar de al intercomunicador?

– No… Se lo ha debido quitar. No lo sé.

– Esperamos órdenes, capitán. Oímos a los unaitis corriendo y gritando cerca de aquí. Cada vez más cerca de la plaza.

Oficial primero, Satu cambió de recorrido. Puede aparecer por cualquiera de las dos calles que entran a la plaza, a vuestra derecha según habéis salido del edificio. Que cada uno cubra una de las dos entradas, y abra fuego en cuanto vea a un unaiti. No corráis más riesgos, si Satu no aparece, volved de inmediato.

– Recibido, capitán. Lumi, tú la primera, sigue esta calle. Yo iré a la siguiente.

Seija, ¿puedes verles?

– Sí, capitán.

¿Vellamo?

– Puedo cubrir ambas entradas desde aquí, señor.

Intenta ayudar también a Viljo. Seija, quiero una descripción detallada de todo lo que suceda, nuestra visibilidad es mala.

– Se oyen a los unaitis, señor. Viljo y Lumi están protegidos en las esquinas del edificio que forma las dos calles de entrada a la plaza. De momento solo se escucha el rugido de las criaturas, y la persecución. Satu aún debe resistir…

¿Oficiales?

– Capitán, tengo unaitis a tiro. Se dirigen hacia la plaza, o en dirección a Satu.

Distráeles Lumi. Dispara.

– A la orden.

Seija, continúa.

– Ya no oigo a los unaitis, solo cuando gritan llamando a otros. El rugido de las armas valmeris es espantoso… Vamos a tener a todas esas cosas golpeando nuestra puerta otra vez.

– ¡La veo, capitán! ¡Está viva!

¡Viljo, cúbrela, ya!

– ¡Son demasiados, señor! ¡He atraído a demasiados!

– Lumi retrocede, capitán. Madre… Hay demasiados para ella. Viljo está empezando a retroceder también. ¡Todos los unaitis que se agolpaban en nuestra puerta se escondieron por aquí cerca! ¡Los hemos vuelto a atraer a todos!

Lumi, busca cobertura. Vellamo, ayúdala a retirarse.

– Vellamo lleva un rato disparando, señor. Veo a Satu. Se mueve como el agua… Pasa junto a Viljo, que ahora se mantiene en su posición. El oficial primero está recargando… Madre, van a desbordarles. Tiene que volver, capitán, ¡tienen que volver!

– Capitán, vamos a perder la conexión. Podríamos tratar de igualar la velocidad orbital a la de la rotación de Valmeri…

Espera. Gastaríamos mucho combustible sin una órbita estacionaria. Espera un poco más…

– ¡¡No puede más, capitán!! ¡Sáquela de allí!

– Vellamo tiene razón, señor. O suben, o les superan.

¿Qué hay de Satu?

– Está corriendo por la plaza, no sabe a dónde ir. No podemos comunicarnos con ella… No me había fijado… Intenta salir de la plaza. Le cortan el camino. No, no, por ahí no, ¡por ahí no! ¡Que alguien la ayude!

¡Seija, baja!

– No llegaré a tiempo, la han cogido, y… Oh, Madre, oh, Madre…

¡Vellamo! ¡Dispara, a lo que sea!

– ¡No tengo tiro, podría darle a ella!

– Madre…

¿Seija?

– Está muerta, capitán. Satu está muerta…

[Comunicación interrumpida]

Entrada 32 – Kaarle

 

Tripulante Kaarle, equipo de investigación, biólogo
Ciclo 87
Sistema: 9º
Valmeri
Archivo de escrito


El plan me pareció una locura desde el principio. Pero, ¿quién soy yo para cuestionar órdenes? Al menos las estratégicas.

Lumi está despertando. Quizás desde hace mucho tiempo, pero seguía teniendo miedo a mostrar sus preocupaciones para con la misión. Contando a Seija, ya van dos. En otra situación, la idea de una tripulación consciente de sí misma, de las mentiras que les contaron sobre la misión, me habría atemorizado. Pero gracias a eso, hemos salido con vida del muro de contención valmeri. Y gracias a Oskari.

Cuando se hizo evidente que los unaitis iban a continuar alimentándose de carroña, no quedó más alternativa que salir y abrirnos paso hasta el refugio. Al menos, Lumi y yo pensamos en esa última parte. Viljo se comunicó con Vellamo, y le dijo que no íbamos a regresar. Que, ya que él tuvo entrenamiento militar y por tanto sabe pilotar una lanzadera, aprovechase el estruendo que causaría nuestro enfrentamiento con los unaitis para escapar con Seija y Seppo. Cuando le ordenó que capturase a un unaiti con vida y lo llevase a la Laestisa, todos saltamos al unísono. Vellamo, desesperado, le gritó por el intercomunicador que ni se le ocurriese sacrificar al equipo – es decir, a Lumi –, Lumi y yo, aunque asustados por la nueva demencia suicida de Viljo, le dijimos que llevar un unaiti a la Laestisa era una locura.

Entonces el oficial primero calló y nos miró. Con esa mirada que tiene desde hace unos días, analítica y perturbadora. Contrajo el rostro en una mueca de asco, nos llamó escorias, y apagó el intercomunicador. Discutimos. Lumi se mantuvo apartada, vigilando la puerta y mandándonos callar. Yo me desesperé. Con esa reciente faceta fría y calculadora, Viljo me dijo que era un miserable por pensar en mi vida antes que en nuestro objetivo final. ¿Y cuál podía ser sino llevar a una de esas cosas a Mermoa? Una locura, una estupidez solo fruto de las mentiras de nuestros padres. Aquello había llegado demasiado lejos. Quise decir la verdad, explicarle que todo era un engaño fruto de un plan demasiado elaborado para explicarlo con los unaitis empezando a husmear nuestro escondite. Viljo hizo oídos sordos a mis súplicas, y me apuntó con una de las pistolas de tierra valmeris. Eres una vergüenza, me dijo mientras cargaba el arma. Eres más prescindible que ninguno de nosotros. En honor a la verdad, reconozco que me quedé paralizado. Pero Lumi no. Desde la puerta, y con gesto incrédulo, levantó su arma en dirección a Viljo.

Esa era nuestra situación, querida Mermoa. Un yarvi dormido, una yarvi recién despierta, y un insomne entre dos cañones. ¿Qué os parece? Seguro que os morís de ganas por saber el desenlace. ¿Consideraríais apasionante que uno de los dos pulsase el disparador? Lamento decepcionaros.

Oskari llamó a Viljo, y Lumi suspiró aliviada. Yo tenía el corazón a punto de estallar. Me había visto con los sesos esparcidos por el suelo. El capitán pidió un informe de situación, y cuando Viljo reconoció que estábamos asediados – callando los últimos acontecimientos – el bueno de Oskari trazó un plan para sacarnos de allí con vida. Me sorprendió. El máximo exponente del lavado de cerebro de la Laestisa, salvándonos el pellejo. Inaudito. Me he estado perdiendo muchas cosas.

El plan era, como digo, una locura. Al menos en lo que a mí respecta. Aprovecharíamos las explosiones de las armas de propulsión valmeris para atraer la atención de los unaitis, tal y como Viljo había pensado en un principio. El muro de contención valmeri, aunque en mal estado, todavía era defendible. Esa era la peor parte. Lumi y Viljo se quedarían llamando a todo unaiti de la ciudad con el reclamo de la pólvora, mientras yo me escabullía por las calles libres hasta el refugio, cargando con una de las bolsas de armas. Una vez estuviese a una distancia suficiente, avisaría a los dos suicidas para que corriesen hacia mi posición. Cuando llegase al refugio, tenía que darle el rifle con visor de aumentos a Vellamo y uno de los fusiles de tierra a Seija, para que cubriésemos la retirada de Lumi y Viljo desde lo alto. Solo había un pequeño problema. Que entonces tendríamos a una masa enfurecida de unaitis golpeando la puerta de nuestro escondite. Improvisad, dijo Oskari. Maldito cabrón.

Tratando de dejar a un lado el arrebato asesino de Viljo, nos pusimos manos a la obra. Viljo se guardó dos pistolas de tierra, un fusil de tierra y un cuchillo de combate. Lumi se pertrechó con lo mismo. Yo, que no podía con tanta carga, me llevé solo una pistola y un cuchillo, además de la dichosa bolsa. Respiramos hondo, nos dirigimos una última mirada de odio, y abrimos la puerta.

Viljo y Lumi barrieron a los primeros unaitis con varias ráfagas certeras. Por Aisyva, cuánto ruido hacen esas dichosas armas. Al momento, todos los unaitis de la zona se dirigieron a nuestro encuentro. Lumi y Viljo los abatieron mientras avanzaban con paso firme hacia el muro de contención. Aunque Lumi ya había advertido sobre ello, observé que acusaban el retroceso de los fusiles. Cuando llegaron al muro de contención, habían matado a todos los unaitis que se habían congregado en el lugar para alimentarse. Aprovecharon para rematar a las criaturas más cercanas, y levantaron las vallas y paneles de metal caídos. Los aullidos terribles de los unaitis se extendieron por toda la ciudad. Aparecieron por fin, y les recibió el estruendo de los fusiles vomitando fuego. Disparaban a las piernas para hacerles caer y frenar su avance, cuando no al pecho, directo al corazón. Al dejar de acudir criaturas desde la calle por donde habíamos llegado nosotros del refugio, me tocó el turno a mí.

Corrí como no recuerdo haber corrido en mi vida. La bolsa, cargada a mi espalda, daba bandazos de un lado a otro golpeándome la cola y las costillas, pero no me importó. No había recorrido ni la mitad del camino, cuando tres unaitis se abalanzaron sobre mí. Uno me derribó, y sentí un crujido en la espalda. Gritando de dolor, saqué la pistola y le disparé al vientre mientras trataba de evitar que me clavase los dientes. El olor fétido de la criatura me inundó las fosas nasales, y sentí nauseas. Me mareé, y cuando creía que iba a desfallecer, algo me agarró por los hombros y me arrastró por el suelo quemándome la cola. El unaiti al que había disparado se levantó y fue dando tumbos hasta mí. Pero yo estaba ocupado intentando sujetar a la criatura que me había agarrado. Tendido sobre mí, me golpeaba con los puños en la cabeza y en las costillas, y las armas a mi espalda se me clavaban en el cuerpo. Sin aliento, rodé sobre mí mismo, me puse de rodillas y disparé varias veces sin saber muy bien a dónde. El retroceso de la explosión de pólvora desvió los disparos, lo suficiente para que mis tiros errados diesen en el pecho y en la cabeza del unaiti.

No tuve tiempo para maravillarme por la suerte que había tenido. En seguida el unaiti al que había herido me dio alcance. Me agarró de la cabeza y me arrastró hacia atrás. Debía de estar perdiendo mucha sangre, porque sus movimientos eran torpes y sin fuerza. Pude zafarme y, esta vez tratando de contener el retroceso, le volé la cabeza de un disparo. Lo que a mí me parecieron ciclos, debió transcurrir en un suspiro, porque el tercer unaiti estaba terminando su grito de caza. Sin tener en cuenta la suerte que habían corrido sus compañeros, corrió hacia mí. Le disparé a las piernas, y le rematé. Tres de esas cosas me habían dejado al borde del desmayo. Y yo estaba armado en todo momento. Por la Madre, qué criaturas.

A lo lejos oía los disparos de Lumi y Viljo. Aprovechando que la distracción continuaba, y que tanto mis detonaciones como el grito del unaiti apenas habrían llamado la atención, seguí corriendo como buenamente pude. Cada reflejo en los cristales era un sobresalto. Lumi me gritaba por el intercomunicador, suplicándome que me diese prisa. Y cada vez que oía su voz, me giraba imaginando a un unaiti hablándome al oído. Desorientado, sangrando profusamente por la brecha reabierta de la cabeza, fue un milagro que llegase a la plaza. Les di la señal para que volviesen al refugio, y grité a Seija y Vellamo que abriesen la puerta.

Una sobresaltada Seija me recibió. Me dejé caer sobre ella, y me ayudó a subir hasta el refugio. Le explicaba atropelladamente la situación, y respondió a la perfección. Me quitó la bolsa sin más miramientos, le tendió el rifle a Vellamo y ella se colgó un fusil con la correa. Les expliqué brevemente cómo funcionaban las armas, tratando de recordar las instrucciones que me dio Lumi. En la bolsa había munición suficiente para lo que tenían que hacer, ya reunida en cartuchos. Abrieron las ventanas que daban a la plaza, y esperaron. Aproveché el instante de descanso para atarme una cinta de tela valmeri arrancada sobre la cabeza, y así evitar que la sangre me cegase. Sin saber muy bien dónde estaba ni lo que hacía, cogí un fusil de la bolsa y me puse junto a Seija en una de las ventanas. Y esperamos.

Seija se mordía los labios. Vellamo temblaba de rabia, supongo que recordando la conversación con Viljo y el miedo que había sentido – y sentía – de perder a Lumi. Sonaban ráfagas de disparo a lo lejos, y los gritos de los unaitis, algunos cortados en seco. Entonces aparecieron.
Les perseguía un gran número de criaturas. Enorme. Pensé en cómo tuvo que haber sido para los valmeris resistir la oleada de muerte que se derramaba por la plaza como agua embravecida. Al momento, Vellamo comenzó a disparar. Cada detonación, un unaiti muerto. Es un gran tirador. Seija tardó unos momentos en acostumbrarse al retroceso del fusil, y junto a mí, pronto bañamos la plaza de ráfagas certeras. De algo tenían que seguir las clases de tiro en la Laestisa.

Viljo y Lumi disparaban a ciegas, cargando ambos con sendas bolsas. Estúpidos. Deberían haberlas dejado. Lograron llegar a la puerta, sí. La cerraron justo a tiempo, y apuesto a que casi se mean encima cuando los unaitis se estrellaron contra la puerta de hierro.

Aún a sabiendas de que atraeríamos a más de esas cosas hasta la plaza, Vellamo y yo continuamos disparando desde las ventanas, acabando al menos con los unaitis que habían visto dónde nos refugiábamos. Seija bajó a ayudar a Viljo y Lumi, que nada más llegar se unieron a nuestro particular tiro al blanco.

¿Y ahora? Ahora tenemos agua embotellada y agua de lluvia. Un yarvi infectado con la enfermedad que condenó a los unaitis, por una mordedura que sin duda era contagiosa. Armas que son un reclamo para toda la ciudad. Viljo y Lumi tienen contusiones severas por todo el cuerpo, pero aguantan en pie. Yo, por mi parte, no sé cómo sigo con vida.

Creo que lo único que me mantiene despierto ahora es escribir esto, para que seáis testigos del horror que estamos viviendo, aderezado con ese fanatismo yarvi del que sin duda estáis disfrutando. Eso, y la sombra proyectada del unaiti que mi imaginación se esfuerza en construir sobre la puerta, por la luz del satélite de Valmeri.

Me toca guardia a mí, mientras Vellamo atiende a Seppo que vuelve a delirar. Le hemos tenido que amordazar. De lo contrario, los unaitis que corretean por el interior del edificio se pararán frente a nuestra puerta. Ya les oigo en el rellano, cada paso es una punzada a mi corazón y a mis nervios. Tengo la pistola conmigo, mi nueva y fiel compañera.

Y en estos momentos de angustia, solo deseo que esto estalle de una vez. Que reviente la puerta y entren en tropel, y que la furia y liberación del combate rompa con esta angustiosa espera.

Venid, maldita sea, venid. No puedo más.

Entrada 31 – Satu

Tripulante Satu, encargada de personal y salud mental
Ciclo 87
Sistema: 9º
Valmeri
Archivo de audio [Transcrito]

¿Capitán?

– Te recibo. Sigues sin moverte, ¿cuándo vas a ir con los demás?

Cuando esas cosas dejen de aporrear la puerta.

– ¿Estás bien?

Llevo un día entero esperando tu llamada. ¿Por qué no has llamado?

– Estaba coordinando al resto del equipo. Viljo y los demás se han separado, y él necesita un camino alternativo para llegar a su refugio. Los unaitis los han asediado.

Yo estoy sola, Oskari. ¡Estoy sola! Oh, oh, creo que me han oído…

– Te estoy localizando. Estás lejos del grupo. Tienes que moverte, Satu.

Tengo la entereza suficiente para aguantar aquí el tiempo que haga falta.

– Te tiembla la voz. Estás hablando en susurros. No es hora de mostrar orgullo, Satu. Tienes que sobrevivir.

Estoy en un refugio, ¿sabes? Uno de verdad. Hay una cama raída, con mantas sucias y malolientes. Restos de comida podrida, papeles con imágenes de la ciudad, ropas valmeris que apenas abrigan. El techo ha comenzado a gotear, y el agua sabe a tierra y a podredumbre. Y está oscuro. Se filtra luz bajo la puerta, pero no es suficiente. Me siento observada, y noto una respiración en la nuca, un aliento frío que me hace tiritar.

– Sabes mejor que nadie que son…

¡Son ilusiones! Por supuesto que lo sé… Calla, no me hagas gritar… Silencio…

– … ¿Satu?

Están arañando la puerta. Chillidos agudos y algo rasgando la madera húmeda. Y el continuo repiqueteo. Parece que haya cientos de ellos, por toda la habitación, golpeando el refugio por todas partes.

– Tan solo es lluvia. Está lloviendo desde ayer.

Trato de respirar con normalidad y tranquilizarme. Me meto bajo las mantas, encogida, y miro hacia la luz que se dibuja bajo la puerta. Fijamente. Día tras día. Esperando que se abra y cese el ruido. Quiero que dejen de arañar la pared, Oskari. Por favor. Quiero dormir. Si cierro los ojos no veré la puerta, y si no la veo, sé que aprovecharán para entrar.

– No, no es cierto.

Claro que no. Es una locura, pero es así. Ayer cerré los ojos, y entraron. Ahora tengo que apartar el cuerpo del unaiti muerto, no me deja ver la luz de la puerta. Pero no me atrevo a levantarme, a acercarme y a volver a tocarle. Cuando le abrí la garganta salió agua, un chorro de agua que me empapó las manos. Casi llorando, apreté el cuchillo y dejé que me bañase entera por fin. El cuerpo pesaba demasiado, así que lo dejé caer, cerré la puerta y me lavé entera, agradeciendo a la Madre el agua que me traía el unaiti. Luego pensé que era sangre. Y cuando me di cuenta de que me había bañado en la sangre de esa criatura, me escondí en un rincón de la habitación. Ahora está seca, y me tira la piel.

– Tengo tu localización. Van a ir a buscarte, Satu. Tranquila, tienes que dormir. No es real, puedes dormir.

¿Y por qué no iba a poder? Claro que puedo dormir. Eres como ellos, deja de decirme lo que puedo y no puedo hacer.

– ¿Como ellos?

Los que están en la habitación. No los veo, porque está oscuro. Pero me hablan, me dicen que no me duerma. Me soplan en el cuerpo con su aliento helado y me hacen tiritar. Tengo la piel pegajosa, y seguro que también es cosa suya.

– Satu, ¿qué me acabas de decir?

Que estoy cansada, y tengo frío. Se me pegan las mantas a la piel, y no sé por qué. ¿No tenías preguntas para mí? ¿No querías interrogarme? Adelante, yo no tengo otra cosa que hacer que mirar esa maldita luz bajo la rendija de la puerta. Si no, no me dejarán en paz, y quiero dormir.

– Maldita sea…

Habla de una vez. ¡Habla! Chssst, chssst. Vuelven a chillar y a roer. Detrás de la puerta. Háblame, así yo no haré ruido, y los otros no me hablarán.

– Está bien… La otra vez dijiste algo acerca de un experimento. ¿De qué se trata?

No debería decírtelo. Claro, ya da igual. Calla, calla, ya lo sé, no pierdo nada. Muy bien, Oskari, te lo diré, pero no se lo cuentes a mamá.

– No se lo contaré.

¿A quién?

– Da igual, dime.

Somos el resultado final de un gran experimento. ¿Te creías que la misión era investigar unos cuantos planetas? Mucho esfuerzo, los yarvis no tienen tanta curiosidad. Sí, será un avance en conocimientos, en biología, quizás en tecnología gracias a Valmeri. La creación de la Laestisa II fue un impulso a la tecnología de Mermoa. Algo impresionante, se rompió el techo que había impuesto la Laestisa I tras la misión en el Sistema Isholvi. Pero, requirió tal trabajo, tal unión, que el Triunvirato vio un gran potencial en el proyecto Laestisa. ¿Y si se llevase la cohesión que había logrado el Triunvirato al resto de la sociedad yarvi? ¿Sería posible? ¿Cómo hacerlo?

– Espera. El Triunvirato no tiene poder en los lagos. Los Tres son simples representantes escogidos entre los lagos que formaron los primeros programas espaciales. El lago Vanharvi es el único que tenía un programa espacial único, así que tiene asegurado un puesto en el Triunvirato… Pero los otros dos deben ser escogidos entre muchísimos lagos. ¿Cómo iban a ponerse de acuerdo para controlar los gobiernos?

Mira lo que consiguieron, Oskari. Si pudieses verlo tan claro como veo yo la luz… Mírala, tenue, apenas entrando en la habitación. Poco a poco. ¿Lo ves? Ningún lago habría sido capaz de crear las misiones Laestisa. Necesitaban el apoyo de todos, que los yarvis fuesen conscientes de que debían continuar avanzando como especie, y el único camino que quedaba era el espacio. Así que se creó el Triunvirato, y con aportaciones de dinero, tecnología y personal, cada lago se implicó en la creación del programa espacial definitivo. No representando a un lago, sino a Mermoa. La unión, el trabajo de todos, se logró gracias a este programa que inculcó responsabilidad, acabó con el egoísmo de los lagos y dio paso a la solidaridad. Tecnológica, al menos. ¡Qué gran avance! Sí, sí, chssst. Ya vuelven a roer la puerta.

– El Triunvirato hizo posible un avance común en todas las ciencias. Sí, eso ya lo sabía. ¿Qué intentas decirme entonces?

El Triunvirato logró poder, dinero, tecnología, conocimiento. Representaba a todos los yarvis. ¿Por qué no gobernarlos también? Si todos los yarvis tuviesen un objetivo común, dejasen a un lado su individualidad y viviesen por y para el Triunvirato, estos tendrían la capacidad de lograr que Mermoa alcanzase un modelo de Gobierno tan exitoso como el programa Laestisa.

– Vivir por y para la misión.

Exacto. Exacto. Pero pocos aceptarían eso, ¿no? No hablo solo de los lagos, sino de cada individuo. Toda una vida trabajando, predestinada a cumplir con la felicidad yarvi en lugar de la propia. Qué aburrido. Qué pereza. Qué poco interés. Vagos. Traidores. Así que se creó un programa. Algo maravilloso. Un entrenamiento para formar a los yarvis perfectos, tan conscientes de su misión y fieles, que su felicidad radicaría solo en lograr la satisfacción de todos. Se aprovechó para llegar allá donde nadie pudo, para así tener un mensaje que dar a Mermoa. Esto es lo que hemos logrado gracias a esta tripulación perfecta. Funciona, aquí lo tenéis, imaginad lo que lograríamos si instaurásemos esto. Es perfecto. Tan bello.

– ¿Nuestra existencia tiene como único fin servir? ¿Eso es lo que quieres decir?

Calla, calla.

– Maldita sea Satu, te han lavado el cerebro. Nacidos sin hogar, sin más vida que la estúpida misión, de planeta en planeta, para luego llegar a nuestra supuesta casa y que nuestro sufrimiento sea extendido por todo Mermoa. Más niños sin destino. Sin capacidad de decisión. El Triunvirato está sediento de poder, Satu, tienes que verlo.

Traidor, traidor, traidor.

– ¡Escúchame!

¡No! ¡No quiero escuchar más! ¡Haz que se callen! ¡Haz que se callen!

– Satu, te van a oír.

Y a ti también, ¡y a ti también!

– ¿Quién me va a oír?

Mermoa. Te estoy grabando, Oskari. Igual que me graban ellos.

– ¡¡Maldita escoria de Aisyva! ¡Dijiste que podía confiar en ti!

Ellos me graban. Ellos me escuchan. Están aquí, están en mi cabeza, los unaitis me hablan y me dicen que abra la puerta. Que tienen más agua en su interior. Quiero agua, Oskari, tengo sed, y necesito agua. ¿Tienen razón? Su agua es dulce y cálida, pegajosa si la dejo secar, pero no me importa. Solo quiero nadar. ¿Puedo?

– Escoria…

El Triunvirato está muy lejos. No te preocupes. No te hará daño. Ellos dicen que no nos harán daño. Me hablan, me acunan. Otras veces me pinchan, y duele. Ay, como ahora. Duele, duele. Voy a salir. Quiero el agua de los unaitis, ellos me ayudarán, ¿verdad? Sí, verdad.

– La comunicación se va a cortar. Te acordarás de esto, Satu. Más te vale morir allí abajo, o que esa locura se apodere de ti del todo y no seas capaz más que de gemir atada a una cama. Hija de Aisyva, escoria del agua.

¿Agua? Hay agua, afuera, seguro que sí.

– No, no, mierda, no salgas fuera.

Si no lo hago no se callarán. Me lo han dicho. Me lo han prometido.

– Espera, hablaré con el equipo. Les daré tu localización, irán a buscarte. Y luego podremos hablar con tranquilidad.

¿Hablar? No, no quiero que sigan hablando. Haz que se callen, por favor, Oskari, diles que me dejen en paz.

[Comunicación interrumpida]

Silencio, silencio. Ya vienen. Ya están aquí.

Entrada 30 – Seija

Tripulante Seija, equipo de investigación, meteoróloga

Ciclo 87
Sistema: 9º
Valmeri
Archivo de audio [Transcrito]


Seppo lleva despierto un rato. Vellamo está acostado, así que me he quedado con él. Aunque mantiene la consciencia, sigue débil y necesita cuidados. La fiebre no ha remitido, pero la herida parece estar curándose. Si estuviésemos en la Laestisa, estaría atendido en condiciones… Aquí solo podemos usar lo que Vellamo trajo en su pequeño botiquín. Solo nos queda un bote de cicatrizante líquido, algo de hilo y vendas, además de antiséptico y analgésicos. Y dos botellas de agua dulce. Aunque, respecto al agua, tengo buenas noticias, ¿sabes?

Eh, te estoy hablando a ti ahora. Escucha, ¿puedes oírlo?

– Oigo un rumor…

Está lloviendo, Seppo.

– ¿Es posible?

Claro que sí. Mira, tengo un cuenco con agua de lluvia.

– ¿No te estás confundiendo?

Por Aisyva, soy meteoróloga. Creo que sé lo bastante para decir que, cuando el agua cae del cielo, es que está lloviendo.

– Ya… Claro. Perdona.

Ten, bebe.

– Gracias. Ah… La bendición de los muertos.

Espera, voy a dejar el cuenco en la ventana, con los demás. Con suerte reuniremos agua suficiente para rellenar dos o tres botellas. Tienes que mantenerte despierto, me lo ha dicho Vellamo. Si te duermes tendré que despertarle. Créeme, con lo preocupado está por Lumi, preferiría que no me tocase las heridas hasta que ella vuelva.

– ¿Ha salido?

Ha ido con Viljo y Kaarle a buscar más agua. Y parece que el agua les ha encontrado a ellos. No están muy lejos, y están bien. Se han mantenido a salvo y los unaitis no los han visto, así que saldrán con la primera luz de Novena.

– Qué suerte.

Oye, tienes que mantenerte despierto. Nada de frases cortas.

– ¿Y qué quieres que diga? Déjame dormir.

No, ya sabes que no. Háblame de la lluvia en Mermoa. De los lagos y sus gentes, de las ciudades en las orillas y las celebraciones en los ciclos. Háblame de lo que llaman nuestra casa.

– Ahora que la mitología amenaza con matarnos, ha vuelto el interés por las clases, ¿eh? Todo eso ya te lo explicó Kalevi.

Sí, pero a ti mejor. Era tu padre, te preparó para que no se nos olvidase nada. Cuéntame.

– De acuerdo… Para empezar, ¿sabes qué significa “yarvi”?

Sí, claro. Los que vienen del lago, ¿no?

– ¿Y de dónde surgieron los lagos?

Supongo que no querrás una explicación científica.

– Claro que no. En el principio, Isholvi reinaba en los cielos. Era el Padre que velaba por sus mundos desde la bóveda celesta. Tenía una hija, Aitivera, que sintió admiración por el trabajo de su padre. Como ella no podía abarcar los cielos, pues era dueña del agua, escogió uno de los mundos de Isholvi y lo llenó de agua, y en ella dio vida a sus hijos. Llamó a ese mundo Valmeri, y los vastos océanos estaban repletos de vida, de criaturas magníficas.
» Pero Aitivera tuvo miedo de que su padre descubriese su obra, y apartó las aguas para que la luz de Isholvi llegase a nuevas criaturas de la superficie. Se formaron pequeños continentes, y así su creación pasó a llamarse Mermoa, la tierra y el agua.

Kalevi no lo contaba así…

– El fin de una generación es superar a la anterior.

Continua, perdona la interrupción.

– Isholvi descubrió el Mermoa. Enfurecido por el rapto de uno de sus mundos, decidió darle una lección a su desobediente hija. Haciendo gala de su poder, secó gran parte de Mermoa, y expulsó la influencia de Aitivera, recluyéndola en los lagos que dejó en el mundo. Aunque muchas criaturas murieron, acogió a los seres de la tierra y les dio su luz, que es vida para todos. Y permitió a las criaturas del agua vivir en los lagos junto a Aitivera. Así, Mermoa se convirtió en un lugar que requería el equilibrio entre Isholvi y su hija para que los seres vivos que hicieron de ese mundo su hogar, pudiesen prosperar.
» Consciente de la magnitud que sus actos tenían para los seres de Mermoa, ambos decidieron instaurar ese equilibrio en todo el mundo, sin tratar de competir entre ellos. Aitivera, que se había convertido en una diosa enfurecida, relegó su parte vengativa a las profundidades de los lagos, y allí la encarceló. La llamó Aisyva, y se convirtió en la personificación del rencor y la ira de la Madre. En su reino de las profundidades, no permite que llegue la luz de Isholvi, y sus actos son un misterio. Por su parte, Isholvi contuvo su calor y mantuvo una temperatura agradable en el ecuador de Mermoa, que permitiese a las criaturas de Aitivera vivir cómodamente en los lagos y sus orillas.

Es bonito. Al final no deja de ser una buena reprimenda de un padre a una hija por un juguete. Aunque menudo juguete…

– Los dioses son dioses por algo.

No me dirás que te crees esas historias.

– No, claro que no. Pero me pareció interesante relacionarlas con lo que estamos viendo allí.

Ya veo, has dado nombre a todo lo que lo ha requerido. Valmeri, unaitis…

– Querías saber sobre la lluvia.

Sí, sigue

– Como ya sabes, la venida de la época de lluvias en Mermoa marca nuestro calendario. Cada vez que se completa el ciclo del agua, y una vez pasadas las semanas de lluvias, los días vuelven a empezar y comienza el siguiente ciclo.

Luego se comprobó que la duración del ciclo del agua coincidía casi con la traslación de Mermoa alrededor de Isholvi.

– Las civilizaciones antiguas eran muy inteligentes. Bueno, pues bien, esta época de lluvias se consideró como un combate entre la Madre e Isholvi. Un nuevo pacto. El Padre permitiría a Aitivera conservar sus lagos, solo si le demostraba que era capaz de superar su luz sin romper el equilibrio de Mermoa. La Madre decidió utilizar ambas cosas en su favor. Creó a los yarvi. Los nombró hijos predilectos de Aitivera, y les hizo asentarse en las orillas de los lagos, en una zona intermedia donde viviesen del agua y recibiesen la luz del Padre dador de vida. Aitivera obligó a los yarvi a mantener el equilibrio de la vida en el lago y en la superficie. Así vivieron los antiguos, venerando a la Madre y sus creaciones, y respetando al Padre y agradeciéndole la vida que otorga con su luz. Y cuando los yarvi mueren y son ahogados en los lagos, la Madre juzga su papel en el equilibrio. Si el yarvi ha sido respetuoso, Aitivera tomará su esencia y la verterá en el lago, permitiéndole formar parte de ella y del equilibrio. Si no, dejará su cuerpo y su esencia caer a las profundidades, donde Aisyva recoge a los yarvis, les arranca su esencia y los pervierte con su odio y su rencor. Transformados en criaturas salvajes, las escorias vagan por los lagos cazando vida, solo pudiendo odiar.

Es curioso que Kalevi no nos enseñase los ciclos relacionándolos tanto con mitología.

– Relacionar los ciclos del agua con la mitología implica pensar en la muerte. No creo que quisiese hacer pensar a unos niños destinados a algo grande, en una muerte todavía muy lejana.

Depende de cómo lo mires…

– Al menos con vosotros todavía acertaron. Yo ya pensé en la muerte mucho antes. Como decía, los yarvis que han respetado el equilibrio acaban formando parte del agua, de Aitivera. Cada vez que se completa el ciclo y las lluvias caen en el ecuador, la luz de Isholvi queda tras una cortina de agua y nubes, y el Padre es superado por Aitivera. De esta forma, usando el equilibrio, la Madre demuestra a Isholvi en cada ciclo que es digna de mantener el control de Mermoa.

Entonces, desde otro punto de vista, ahora mismo están cayendo yarvis muertos del cielo.

– Se considera una bendición. El fin de cada ciclo es una gran festividad en Mermoa. Semanas de celebraciones por todo el planeta. Aun así, esto es Valmeri.

Ya, ya lo sé. Aquí las lluvias son más periódicas. ¿Crees que son valmeris?

– ¿La lluvia? No lo sé, depende de la cultura que tuviesen. Sería demasiada casualidad.

A lo mejor lo son. Quizás su esencia, desgarrada por los unaitis, fuese hasta el cielo y ahora nos de suerte en forma de lluvia, mojando las calles y dándonos de beber.

Voy a por un cuenco. No te duermas, Seppo, no te duermas. Vellamo no tardará en despertar.

Hace frío, pero mientras pienso en las historias de Seppo, me asomo por la ventana. Nada. Solo oigo el repiqueteo de las gotas de lluvia por toda la ciudad. Un sonido monocorde, bello. El agua y el viento me azotan la cara, pero cierro los ojos y disfruto de la sensación.

Sí, sé que son valmeris. Y esta es su forma de decirnos: “Bienvenidos, estamos con vosotros. Lo conseguiréis.”

Entrada 29 – Lumi

Tripulante Lumi, oficial de ingeniera de comunicaciones
Ciclo 87
Sistema: 9º
Valmeri
Archivo de escrito

Tarde o temprano tenía que retomar el diario. De lo contrario acabaría por volverme loca. Llevo todos estos días planetarios sin separarme de Vellamo o de mi pistola de tierra, de algo que me hiciese sentir segura. Y ahora que él no está conmigo, y me he quedado sin munición, solo me queda el diario.

Por supuesto, tengo a Kaarle y a Viljo conmigo. El investigador, que no habla y nos detesta; y el oficial primero, que ordena y también me detesta. Kaarle siempre ha sido un misterio. Pero Viljo… No lo entiendo. Somos los únicos con rango militar de este equipo, debería contar más conmigo, y sin embargo desde el tiroteo en el segundo refugio, cuando hirieron a Seppo, no le dirige la palabra a nadie. Salvo para mandar. Le encanta mandar.

Ah, claro, también tengo las armas valmeri. Cuchillos de combate, pistolas y fusiles de propulsión, rifles con visor de aumentos… Una maravilla. Tecnología arcaica, pero con toneladas de munición. Hemos encontrado todo un arsenal entre cadáveres devorados y vehículos calcinados. Me siento como una vulgar saqueadora. Al menos, estas armas me distraen más que esos dos.

Y yo que quería llegar a este lugar a toda costa… Recuerdo cómo me sentía poco antes de bajar, con Vellamo dormido a mi lado, escribiendo aquí mis inquietudes para con Valmeri y la misión. Estúpida. Dije, creo recordar, que este planeta empezaba a resultar extraño y horrible, pero me seguía cautivando. Que me provocaba un inmenso sentimiento de soledad, de angustia. Ahora, rodeada por armas de una civilización muerta, y escondiéndome de sus asesinos, me siento más sola que nunca. Ni siquiera escribir esto es un consuelo.

Es posible que sea egoísta. Solo pienso en mí, en mi soledad. Confiaba en encontrar unos seres que se sintiesen tan solitarios en el universo como yo. Como nosotros, la tripulación de la Laestisa, que somos hijos del espacio. Con la idea, el sueño de un lugar extraño y desconocido. Para ellos, el espacio más allá del sistema noveno. Para nosotros, Mermoa, el mundo que nos espera si logramos salir de aquí. Si los valmeris han sucumbido a la enfermedad de los unaitis, como Kaarle cree, ¿acaso estamos tan abandonados como creía? Solo nos queda Mermoa. Y me aterra pensar en llegar allí.

Seija en cambio, piensa en lo que se ha perdido. No en ella misma. En ese sentido es más justa que yo. Habla con Vellamo y conmigo, sentada junto al moribundo Seppo, y nos cuenta con una pena absoluta la magnitud de lo que estamos viendo. Mira las imágenes de la vivienda valmeri que se ha convertido en nuestro tercer refugio. Las coge, las estudia detenidamente, se sienta cabizbaja y reflexiona. Pobre Seija. Menos mal que no ha visto la masacre que hay en esta parte de la ciudad. No le hablaré de los restos de valmeris despedazados, amontonados junto a sus vehículos de tierra cortando las calles.

¡Qué historia vivieron! ¡Qué tragedia!

Nuestro refugio se encuentra nuevamente en la tercera planta de un edificio. Allí dejamos a Vellamo y a Seija velando por el pobre Seppo, y nos marchamos en busca de otro almacén como en el que acabamos el primer día. Necesitábamos agua. En grandes cantidades. No pudimos resistir la tentación de hidratarnos la piel seca con el agua embotellada que habíamos reunido, y nuestras reservas escaseaban. Aunque esto fuese verdad, el propósito de arriesgarnos a salir a las calles de la ciudad era mucho más imperante. Ni a Viljo ni a mi nos quedaba apenas munición.

Ha sido una de las pocas veces que Viljo se ha reunido conmigo desde lo de Seppo. Eh, me dijo, ¿te queda munición? Menos de seis proyectiles, señor. Sé que la forma en que dije “señor” le molestó. Pero no lo pude evitar. Por Aisyva, su silencio me desconcierta, y a Vellamo le empieza a enfurecer. Dice que no nos quita ojo, y siempre parece pensativo mientras nos mira. Al principio le intranquilizaba, ahora no puede soportarlo. Menos mal que tiene que ocuparse de Seppo y se mantiene distraído…

Decidimos aprovechar la escasez de agua como excusa para buscar cualquier tipo de armamento valmeri por la ciudad. Además de agua, por supuesto. Cuanto menos supiesen los demás sobre nuestras reservas de proyectiles, mejor. Nos llevamos a Kaarle con nosotros por si fuese necesaria intervención médica. No tiene los conocimientos de Vellamo, pero se le da mejor que a la mayoría. Y mi pobre Vellamo está dedicado en cuerpo y esencia a Seppo, que se encuentra consumido por la fiebre.

Durante los primeros momentos, cuando el instructor se debatía entre la vida y la muerte, Vellamo y Kaarle estuvieron muy, muy preocupados. No le di importancia, pero una vez contuvieron la hemorragia, seguían lanzándose miradas de angustia. Será por las infecciones, pensé, y no presté más atención. Pero antes de marcharnos mantuvieron una animada conversación, con los mismos gestos de preocupación. Al final, ante mi mirada inquisitiva, Vellamo ató los brazos de Seppo con tela valmeri a la cama donde descansaba. Quise preguntarle, pero sus ojos hablaron por él. Después, me decían, ahora no. Kaarle ni siquiera se dio cuenta de que yo lo había visto.

Con todo esto rondándome la cabeza, salimos a la calle. Con cautela, en silencio. Estaba todo despejado. No habíamos oído a los unaitis desde que Novena se levantó, ni siquiera durante la noche. Sí, aullaron al principio, se llamaron entre ellos… Y luego se hizo el silencio. Pasamos bajo los árboles que hay frente al edificio, atravesando una pequeña plaza, y continuamos por lo que parecía ser una calle principal. Siempre alejados de las entradas a los edificios, andando por el centro del camino, pese a que eso nos exponía demasiado. Pero nos parecía mejor que acercarnos a una posible guarida unaiti. Todavía tengo el recuerdo vívido de las puertas abriéndose de par en par a nuestro paso mientras huíamos por toda la ciudad.

La calle trazaba una curva, y un gran edificio nos impedía ver más allá. Cuando lo pasamos, fue como avanzar hacia una pesadilla. Esta parte de la ciudad sí que tiene muestras de que aquí ha sucedido algo terrible. Pese a que la calle se dividía, decidimos continuar por lo que parecía ser una continuación de la principal. Además, los vehículos de tierra valmeris, colocados atravesando las calles adyacentes formando un muro artificial, invitaban a seguir por el mismo camino. Eso, y el olor dulzón de los cuerpos pudriéndose bajo la luz de Novena. A lo largo de la calle, y rodeando los vehículos que cortaban – o trataban de dificultar – el acceso a las calles contiguas, había infinidad de cadáveres. Casi todos parcialmente devorados, en tal avanzado estado de descomposición que no sabría decir si eran unaitis o valmeris. Además, todos ellos estaban roídos hasta los huesos.

Continuamos el camino, y la escena era cada vez más dantesca. Varias calles más nacían de la principal, a nuestra izquierda, y todas ellas estaban obstaculizadas por vehículos, placas y verjas de metal, incluso restos de barricadas calcinadas. Parecía una última defensa. Todos los vehículos, o casi todos, estaban pintados con colores similares: rojo y blanco. Y muchos de los cadáveres que se amontonaban frente a los vehículos, amontonados unos sobre otros en la calle principal, debían ser unaitis abatidos. Los cuerpos contaban la historia por sí solos. Solo había que pasear la vista por el suelo cubierto de unaitis muertos, cada vez más cerca de la barrera, hasta ver a varios de ellos sobre los vehículos. Y más allá, ya en la calle contigua, una decena de cadáveres, casi todos con ropas de color azul y negro, o azul oscuro. Uniformes, en opinión de Viljo.

Así pues, esta calle principal debió de actuar como una especie de contención ante el avance de los unaitis desde el interior de la ciudad. Pero, ¿por qué aquí? Quizás cubriesen una retirada. Dado que el resto de la ciudad está prácticamente intacta, que nosotros hayamos visto, me inclino por una evacuación. Los ciudadanos protegidos por alguna clase de cuerpo militar valmeri, que se sacrificaron para darles tiempo. Y llaman valentía a lo de Satu…

No es una conclusión por las buenas. Las armas de propulsión valmeris, si son como creo que son, deben de hacer mucho ruido. Los unaitis responden inmediatamente al sonido, según Kaarle, es principal modo de comunicación entre ellos. Y cazan en grupo, por lo que deben prestar atención a los estímulos auditivos. Con el rugido explosivo, atronador, de una centena de armas de propulsión… Debieron atraer a casi todos los unaitis de la ciudad hasta este punto. Concentraron a los unaitis ante esta barrera, mientras mantenían la calle despejada a su espalda.

Las calles contiguas que habíamos encontrado a nuestra izquierda, eran relativamente pequeñas. Sin embargo, la siguiente calle adyacente que encontramos era mucho más grande. Flanqueada por extrañas figuras de metal oxidado – algo relacionado con iluminación, según pude ver más tarde – el camino se extendía hasta donde alcanza la vista. Probablemente conduzca hasta el final de la ciudad. Y es en este punto donde el muro de contención valmeri era más fuerte.
Una docena de vehículos rojos y blancos cortaban el acceso, y el de la calle anterior. Había sacos de arena, verjas de metal, y más vehículos con otras formas y colores, algunos de ellos enormes. Y por tanto, el número de cadáveres era todavía mayor.

Era el sitio ideal para nuestra recogida de armamento valmeri. Y eso hicimos, ante un nada sorprendido Kaarle. Maldito biólogo, ¡qué listo es! Fue él mismo quien escuchó a los unaitis acercarse antes que Viljo y que yo misma. Así pues, también deambulan por la ciudad. Habrá que tener mucho más cuidado de ahora en adelante, quizás vengan a esta parte de la ciudad con frecuencia para alimentarse, atraídos por el olor a podredumbre. Asesinos, carroñeros, caníbales… estas criaturas lo tienen todo. Qué terrible destino para los valmeris haberse convertido en algo así.

Encontramos en los vehículos de tierra varias bolsas de tela valmeri, fuertes y amplias, que utilizamos para guardar y transportar las armas. Mientras Kaarle y Viljo buscaban entre los restos, yo investigaba lo que me iban trayendo.

El mecanismo es antiguo, de disparo por propulsión de pólvora, a diferencia de nuestras armas de acción por impulsos. Sin embargo, la tecnología es muy avanzada. Es increíble cómo han optimizado el uso de la propulsión, y los diferentes tipos de munición al uso. Su manejo es sencillo, tienen un seguro que evita el disparo accidental, una parte corredera para colocar los proyectiles en la recámara del tubo cañón interno, probablemente de forma automática o semiautomática tanto en las pistolas de tierra como en los rifles y fusiles. El sistema de carga es intuitivo, muy similar al de nuestras armas. Los proyectiles se guardan en cartuchos, y solo hay que colocar uno nuevo cada vez que sea necesario. El mecanismo de disparo también parecido al nuestro, solo hay que accionar una palanca situada junto a la empuñadura. El único problema es anatómico. Los valmeris no tienen membranas entre los dedos, y la sujeción es incómoda. Además, hace daño a las membranas cada vez que accionas el disparador. Pero es mejor que nada…

Reunimos siete u ocho pistolas de tierra semiautomáticas, cuatro fusiles de carga automática, y un rifle de tierra con visor de aumentos que encontraron en un gran vehículo valmeri de color blanco y verde, además de varios cuchillos de combate. Tanto los fusiles como el rifle tienen correas para portarlos al hombro o a la espalda, pero preferimos guardar todo en las bolsas de tela. Mientras llenábamos otra bolsa con proyectiles y cargadores, aparecieron los unaitis.

Buscando un refugio a toda prisa, pero tratando de mantener la calma, encontramos algo semejante a un almacén como el del primer refugio. Aquí estamos ahora, con las armas que pudimos coger, esperando a que anochezca y a que los unaitis se alejen.

Daría lo que fuese por volver a la Laestisa, con Vellamo. A casa. Estoy harta de esta angustia, de correr, de no poder dormir por miedo a cerrar los ojos y no ver ni oír a los unaitis a tiempo. Del pánico, del semblante triste de Seija, de las sombrías elucubraciones de Viljo. Harta, harta. Cansada.

Ha empezado a llover. A la mierda, creo que voy a salir. Agua, por fin.

Entrada 28 – Satu

Tripulante Satu, encargada de personal y salud mental
Ciclo 87
Sistema: 9º
Valmeri
Archivo de audio [Transcrito] y escrito

– Y aun así, en tu situación, sigues pensando lo mismo.

No, no lo pienso. Lo sé, capitán.


– ¿Que tu deber es morir allí abajo?


Si tengo que hacerlo, sí. Debemos salir de esta ciudad y volver a la Laestisa, o de lo contrario morirán demasiados tripulantes para que la misión pueda continuar. Eso es inadmisible. Y volver con las manos vacías es contraproducente. El equipo de investigación debe llevar un unaiti a la Laestisa.


– ¿Has perdido el juicio?


No comprendo lo que te retiene, capitán. ¿Por qué no estás aquí abajo con tu tripulación? Así sería más fácil.


– Sabes muy bien que no puedo dejar la Laestisa sin un piloto.


¿Jorma?


– El oficial Jorma pilota lanzaderas, no naves como esta. Además, está trabajando aun sin estar del todo recuperado, para habilitar una lanzadera y bajar para salvaros.


Tonterías. Más riesgos para la misión. Podríamos perder una lanzadera y un oficial al mismo tiempo.


– A un oficial. ¿Y si bajase Ingria?


La jefa Ingria es prescindible. Vellamo se desenvuelve bien en el campo de la medicina, podría sustituirla.


– Eso es de lo que te hablaba. Dime, ¿planteaste tú ese sistema, o cumples órdenes?


Era la única opción lógica, Oskari. No hacemos ningún sacrificio por la misión, nosotros somos la misión. Hemos sido concebidos con el objetivo de alcanzar la excelencia yarvi. De llegar allá donde ninguna civilización ha llegado. Nuestros padres hicieron la mitad del trabajo, pero tenían otra misión. Preparar a la mejor generación de yarvis que haya existido jamás. Eliminar emociones inútiles como el amor y el odio. Extirpar la individualidad que solo retrasa el avance de una comunidad que podría ser perfecta, con un solo objetivo común.


– ¿Y crees que lo habéis conseguido?


Creo que lo hemos conseguido. Por supuesto.


– ¿Y qué hay de Kaarle? De Lumi y Vellamo. De Jorma, que abandonó Valmeri en cuanto hubo señales de peligro.


Kaarle está controlado. Su propia individualidad le general un sentimiento de superioridad hacia el resto de la tripulación. No supone un problema, pues no hablará de eso con nadie. La relación de Lumi y Vellamo se contempló como una posibilidad, entre los dos miembros más jóvenes de la tripulación. No parece haber generado dudas en el resto de los tripulantes. Y la situación en las montañas, es una respuesta que podría considerarse exitosa. Salvó a un miembro del equipo de investigación, y las muestras que habían ido a recoger.


– Veo que lo tienes todo bien atado. Y todo ello queda bien recogido en el diario, ¿no es así?


Esa es la mejor parte. El diario es la mejor herramienta con la que contamos para la consecución de la misión. No es solo informa a Mermoa de nuestros avances y descubrimientos, sino que también evalúa el éxito de nuestra generación. Demostrará que somos todo aquello que se esperaba que fuésemos.


– Y un instrumento de denuncia.


Los errores deben ser recogidos también, claro.


– ¿Nos has denunciado alguna vez?


Mi deber es reportar fallos en la consecución de la misión.


– ¿Me vas a denunciar a mí?


Capitán, me sorprendes. Pensaba que eras un yarvi excepcional, una inspiración para la tripulación. Un gobernante de acero.


– Entonces puedo ser la muestra de que tu misión no existe. De que la perfección yarvi radica en ser quienes somos. Que somos mejores yarvis por haber despertado nuestra conciencia, por ser capaces de preguntarnos quiénes somos, pese a haber sido educados para ignorarnos a nosotros mismos.


Es… interesante. Continúa.


– El diario es un fracaso, Satu. Nunca lo he utilizado para plasmar mis pensamientos. He de reconocer que siempre le he tenido miedo. Le tengo miedo a Mermoa, a ti, a lo que pueda pasar cuando regresemos. A ser considerado un traidor. Por eso me siento culpable de callar ante mis compañeros.


¿A qué te refieres?


– Satu, pocos han utilizado el diario como pensabas que lo harían. El equipo de investigación sí que lo utiliza como una herramienta de trabajo, para recoger sus estudios y descubrimientos. Pero alguna vez he escuchado a Lumi desahogándose ante el diario. Auto-denunciándose. Seppo se plantea sus teorías en voz alta, sirviéndose del diario. Yo me mantuve al margen, dejándolo para detalles técnicos y reflexiones propias de un capitán. Pero debería haber avisado al resto. Decirles que es peligroso mostrar esa autonomía.


Entonces, ¿por qué me cuentas esto a mí?


– Tu situación es crítica. Estás atrapada en la ciudad, puedes morir mañana, o mientras estamos hablando. Confiaba en que hubieses reflexionado.


No. No al principio, al menos. Aunque reconozco que me has hecho pensar.


– Es un avance. ¿Puedo confiar en ti, Satu?


Sí, capitán. Es interesante tener a alguien con quien discutir un punto de vista diferente. Pero no te equivoques, Oskari. Nuestra misión requiere que seamos todo lo que la civilización yarvi puede dar. De lo contrario fracasaremos. Cualquier intento de boicotear esto, es traición. No solo somos la siguiente generación de la Laestisa. Somos el fruto de un experimento mucho mayor.


– ¿Un experimento? En el nombre de Aisyva, ¿de qué estás hablando?

Será la próxima vez, capitán. Reflexionaré sobre lo que me has dicho, lo prometo. Pero nos quedamos sin tiempo, se va a cortar la comunicación.

– Más te vale estar en el mismo lugar la próxima vez, Satu. No te muevas, no hagas nada que llame la atención de los unaitis. No quiero que tengas ninguna excusa para no hablar en cuanto la comunicación sea posible.


Recibido, capitán.


– Es una orden.

[Comunicación interrumpida]


Siento haber dado tantos detalles, pero necesito que el capitán Oskari confíe en mí la próxima vez que hablemos. Ha sido tan sorprendente… No he podido recoger la conversación desde el principio, no he sabido reaccionar a tiempo. Por suerte, no se ha dado cuenta de que la conversación ha sido parcialmente recogida en el diario.


Mientras recopilo más información, queda constancia de que el capitán Oskari es un traidor.


Entrada 27 – Vellamo

Tripulante Vellamo, auxiliar de medicina
Ciclo 87
Sistema: 9º
Valmeri
Archivo escrito

Cuando decidimos que era hora de salir y continuar, ya habían derribado la puerta del edificio.

Habíamos estado haciendo inventario. Nos quedaba agua dulce embotellada por los valmeris, algo del alimento que trajimos con nosotros, y un buen surtido de comida valmeri que aún no nos habíamos atrevido a tocar. Tres luces de mano – una quedó en el edificio del primer contacto, dos en el refugio – y todos teníamos ya un arma para defendernos. Las dos pistolas de tierra de Lumi y Viljo, y el cuchillo de muestras de Seija, eran todas nuestras armas yarvi. En la vivienda encontramos cuchillos y objetos contundentes. No me gustaba la idea de enfrentarme a un unaiti cuerpo a cuerpo, y apuesto a que a los demás tampoco.

Lumi se ofreció a dar su pistola de tierra a quien prefiriese el combate a distancia. Ella tiene entrenamiento militar especializado, pese a que todos recibiésemos formación en combate, y sabría defenderse mejor con un cuchillo. Viljo se negó. Tenemos poca munición, dijo, y no quiero que se eche a perder. Lumi es muy buena tiradora, pero yo soy mejor. Me pareció un razonamiento estúpido, pero Viljo está intratable en cuanto a cuestionar sus decisiones.

Recuerdo que eché un vistazo al grupo mientras nos preparábamos para salir. Sucios, andrajosos, cansados. Nuestras ropas estaban rotas en demasiados puntos como para poder mantener la humedad, y podía verles la piel seca pidiendo agua a gritos. En ese momento eché de menos los trajes. Yo, que siempre los había odiado. Con trajes para proporcionar humedad y protección, quizás esto hubiese sido más sencillo. Quizás no hubiesen cazado a Seppo con tanta facilidad. Quizás.

Justo cuando Seija se ajustaba las correas de la mochila valmeri, con movimientos lentos y el gesto impasible, escuchamos la puerta del edificio abrirse violentamente. Luego, el coro de gruñidos y jadeos, los golpes de sus pisadas al subir los escalones de dos en dos. Se me heló la sangre. Noté cómo se me aceleraba el pulso conforme oíamos las pisadas aproximándose a nuestro rellano.

Aguanté la respiración. No me atreví siquiera a mirar a nadie, por miedo a que los unaitis pudiesen escuchar incluso el movimiento de mis ojos. Los pasos se alejaban, subiendo el siguiente tramo de escaleras. Entonces algo golpeó nuestra puerta.

Seija se tapó la boca y ahogó un grito. A ese lado, gruñidos y jadeos. A nuestro lado, miradas desesperadas, gritos ahogados y temblores incontrolables. Entonces, el grito. Ese grito, gutural, que solo significa que la muerte te ha encontrado. Los pasos se detuvieron. La puerta soportó un nuevo golpe, y entonces estalló la locura. Los unaitis gritaron y parecían atropellarse bajando las escaleras hasta nuestra puerta. Las bisagras apenas aguantaban los embites de las criaturas, que clamaban por nuestra carne.

Viljo armó su pistola, se colocó con Lumi frente a la puerta a una distancia prudencial, y nos indicó a mí y a Seppo que nos pusiésemos a los lados de la puerta, que con cada nuevo golpe parecía a punto de saltar por los aires. No recuerdo dónde estaban Seija y Kaarle. Con un gesto, Viljo me ordenó abrir la puerta. Sujeté mi cuchillo con fuerza, y tiré del manillar.

La puerta se abrió de golpe, y por poco aplasta a Seppo. Los unaitis entraron como una avalancha. Eran cinco al menos. Dos cayeron inmediatamente por los disparos de Lumi y Viljo. Sin pensar, agarré al siguiente en entrar, que había tropezado con el cadáver del primer unaiti abatido, y hundí el cuchillo en su nuca. Sus músculos se relajaron al instante, y yo perdí mi puñal. Otra criatura me derribó mientras intentaba rescatar mi arma, y me golpeó en la cabeza con furia. Madre, jamás había sentido tanto dolor. Me golpeaba el pecho una y otra vez con una mano, dejándome sin respiración, mientras con la otra me agarraba de la cabeza. Lumi le disparó dos veces en la espalda, y el unaiti rodó por los impactos. Hizo ademán de volver a levantarse, los brazos le temblaron y cayó muerto.

En el resto de la habitación, las cosas no iban mejor. Viljo había sacado un cuchillo valmeri y apuñalaba en la garganta a un unaiti mientras este trataba de devorarle la garganta. Kaarle se interpuso entre Seija y una de esas cosas, y fue derribado de un golpe atroz. Seija, con mente fría, aprovechó el momento para clavar su cuchillo bajo la mandíbula del unaiti, matándole al instante. Seppo forcejeaba con una criatura, y gritó de pánico y dolor cuando le agarraron del cuello y lo lanzaron contra una pared con furia. Cayó inconsciente, y Lumi evitó su muerte con un disparo certero a la cabeza del unaiti.

Las cosas parecieron calmarse durante un momento. Lumi me ayudó a levantarme. Las costillas me ardían, apenas había recuperado la respiración, y la cabeza me daba vueltas. Notaba la calidez de la sangre corriendo desde mi cabeza a mi espalda. Kaarle se levantó por su propio pie, pero parecía desorientado. La nariz le sangraba, y tenía una brecha en la cabeza. Seija trataba de reanimar a Seppo, y me buscaba para que le atendiese. Pero, por Aisyva, no podía casi ni moverme. Viljo se acercó, y me tendió mi cuchillo. Espero que la próxima vez no te dejes dominar por el pánico, y estés a la altura; le espetó a Lumi. Ella no dijo nada.

Me miró durante un momento, mientras yo recuperaba la estabilidad. Luego me abrazó y contuvo un sollozo. Pensaba que te había perdido, me dijo al oído. Me besó y, tras asegurarse de que podía estar en pie, se fue a ayudar a Seppo. Viljo no perdió detalle. Su mirada era calculadora. Lumi había temido por mí, y no había sido tan efectiva en el combate como debería. Viljo no se lo perdonará. No nos lo perdonará.

La calma no duró mucho. Revisadas nuestras heridas, quien más nos preocupaba era Seppo. Recuperó la consciencia brevemente, pero volvía a perderla. Iba y venía, constantemente. El golpe fue brutal. Kaarle cargó con él a su espalda, y nos dimos prisa en abandonar la vivienda. Una vez en el rellano, volvimos a oír a los unaitis. Dentro del edificio.

Esta vez nos preparamos mejor. Contábamos con la altura de las escaleras. Lumi y yo nos encargamos de disparar, y Viljo se puso al frente del grupo con sendos cuchillos valmeris. A aquellos que no matábamos nosotros, Viljo los empujaba escaleras abajo o los degollaba sin piedad. Acallábamos a los unaitis antes de que pudiesen gritar y alertar a más criaturas. Cuando llegamos a la entrada del edificio, nos sentíamos capaces de todo.

Hasta que Seppo se despertó.

Veíamos algunos unaitis a lo lejos, en la calle, buscando la procedencia de los gritos que sin duda habían escuchado. Por suerte aún no nos habían visto. Teníamos que movernos rápido. Entonces Kaarle contuvo un grito y cayó al suelo. Seppo se había despertado y se aferraba a su cuello ahogándole. Su mirada expresaba pánico. Solo miedo. Entonces gritó desesperado, se apartó de Kaarle, y trató de huir. Seija le agarró, pero él se zafó y salió corriendo hacia los unaitis. Seguro que a Satu, en el fondo, le hubiese hecho gracia. La mente le ha jugado una mala pasada, habría dicho.

Corrimos tras él, pero los unaitis también. Lumi y yo disparábamos hacia las criaturas que se aproximaban, mientras los demás intentaban capturar a Seppo. Pero se les adelantaron. Como un depredador, una de esas cosas saltó y le derribó. Sin detenerse a golpearle, hundió directamente los dientes en el cuerpo de Seppo. La dentellada fue terrible. Seppo gritaba y gritaba, y nosotros también. Disparé al unaiti y cayó. Lumi le remató cuando llegamos hasta él.

Seppo intentaba coger aire a bocanadas. Había cerrado los ojos y parecía ya plenamente consciente… En el peor momento. Cargando con él, encontramos otro refugio no muy lejos de la vivienda valmeri de la que salimos.

La ciudad ha vuelto a calmarse ya. Por poco tiempo, imagino.

El instructor sigue con vida. Vuelve a perder la consciencia periódicamente, y le estoy atendiendo con todos los medios que tengo. Estoy cansado y dolorido, pero no dejaré que Seppo muera. Yo solo tengo un par de costillas rotas y contusiones craneales, además de alguna herida superficial. Me cuesta un poco respirar, pero Seppo está peor, sin duda. El golpe en la cabeza le ha dejado una brecha que hay que suturar. No tengo forma de comprobar daños cerebrales, pero es posible que los haya. Además, la mordedura del unaiti es espantosa. Le mordió con tal fuerza que le fracturó la clavícula, además de la propia herida. Confío en que sobreviva si logramos salir de aquí.

Ha sido un día terrible. Escribo esto para distraerme de tanto dolor y angustia. Tenemos que regresar. Tenemos que volver a la lanzadera. Hidratarnos, curar nuestras heridas. Y huir. Huir de este lugar maldito. Y de las miradas pensativas de Viljo, que nos torturan desde ayer.

Madre, sácanos de este lugar. Antes de que los unaitis nos cacen. O nos matemos entre nosotros.

Entrada 26 – Miska

Tripulante Miska, equipo de investigación, planetóloga

Ciclo 87
Sistema: 9º
Laestisa II: órbita de Valmeri
Archivo de audio [Transcrito]

Ya esta. Me sorprende que quieras grabar esto Seija.

– Es algo que se me ha ocurrido.

¿No te basta con hablar conmigo?

– Sí, y no. Podría hablar contigo, con Lumi, incluso con Kaarle. Pero quiero que quede constancia de ello.

Es solo un diario. Ni siquiera sabemos si llegan a recibirlos en Mermoa. O si tendrá más interés que los informes adjuntos.

– ¿Estás segura? No lo sé. Esta noche he estado hablando con Kaarle a escondidas, en una habitación en la que Lumi y Vellamo dormían. No sé quién de los dos estaba más sorprendido de ello. Me dio la palabra para algo distinto al trabajo de investigación, y me trató como… como a un igual. Y él parecía sorprendido conmigo. Yo pensaba que solo estaba delirando delante de la única forma de vida despierta en la ciudad que no quería devorarme.

¿Y qué te dijo?

– No mucho, a decir verdad. Hablé yo, y él simplemente me miraba, estudiándome. Mientras se disipaba mi miedo a sincerarme, su cara se iba iluminando, y cada vez prestaba más atención. Apenas hizo una o dos preguntas. Luego se durmió.

¿Sin decir nada? ¿Sin hacer algún chiste cínico acerca de tus capacidades como investigadora? ¿O como yarvi?

– Nada de nada. Solo asintió, y con gesto serio se recostó en la pared y cerró los ojos. Luego susurró “hay esperanza”, y se durmió.

Raro.

– Muy raro.

¿Qué le contaste?

– Sensaciones, pensamientos extraños. Miedo. Dudas. Ni siquiera sabría repetirlo. Podría resumirse en que yo no haría lo que Satu hizo.

Por lo que me has dicho, fue muy valiente. Se sacrificó por la misión. Era prescindible.

– Satu está viva. Y tú también eres prescindible, todos lo somos, y aun así Jorma te sacó de las montañas cuando los unaitis se acercaron a vosotros.

… No había pensado en eso.

– Tu obligación habría sido llevarte a una de esas cosas contigo, para estudiarla en el laboratorio.

¿Subir a un unaiti a la Laestisa? ¿Estás loca?

– ¿Por qué te preocupa, Miska? ¿Por tu seguridad?

¡Por la de todos!

– Exacto. Pero no has dicho nada de la misión.

Bueno… nosotros somos la misión.

– Entonces, ¿quién es prescindible?

Ya veo. Por Aisyva, Seija, eso es traición.

– Pero tengo razón.

Y ahora el diario lo sabe.

– Miska, niña, en Mermoa no van a poder hacerme nada. Para cuando este diario les llegue, si es que lo hace, yo ya estaré muerta.Así que al menos sabrán que les he descubierto.

No digas eso. Saldrás de allí, lo conseguiréis.

– ¿Sabes dónde estamos?

En la tercera planta de un edificio. Una vivienda valmeri, a priori.

– ¿Tenías que decirlo exactamente con las palabras de Viljo? Me das escalofríos.

Bah…

– Miska, estamos en una vivienda valmeri, sí. Es un lugar extraño. Abandonado. La decoración es extraña, y los muebles también. Pero hay imágenes, por todas partes, de los dueños de este lugar. Todos tenían una vida aquí, en esta ciudad, en este planeta. Su vida. Todo lo que nosotros no tuvimos, todo lo que se nos negó por nacimiento, lo disfrutaban. Los niños sonriendo, la pareja expresando su amor. Más imágenes, de amigos, conocidos, compañeros, familiares. Y todos ellos, a su vez, tenían un hogar, y tendrían más imágenes de personas que a su vez… Ah, lo que quiero decir es que ellos perdieron todo esto. Acumularon sabiduría y aprendieron los unos de los otros en libertad. Vivieron, y murieron. ¿Cómo esperamos sobrevivir nosotros? Nosotros, pobres yarvis abandonados, que moriremos ya muertos por haber vivido sin vida.

Seija…

– Qué perdida, Miska. Qué lamentable es pensar en este planeta. Tan lleno de vida y experiencias, y tan frío y muerto. Recuerdos arrancados, futuro cercenado. ¿Y nosotros? Nosotros no tenemos más pasado que la Laestisa, ni más futuro que la misión. Sin ambición, no estaremos a la altura de los valmeris. Y ellos no estuvieron a la altura de los unaiti. Maravillosos seres de piel clara y ojos sonrientes, convertidos en bestias sanguinarias, escorias cosechadoras de vida. Allá donde los valmeris fracasaron, nosotros no podremos vencer.

Seija, basta, por favor. Me estás asustando.

– Está amaneciendo. Veo el agua desde aquí. Tengo la piel seca. Pero sé que bajar sería peor. Que prefiero no poder alcanzar el agua, antes que tenerla besando mis pies a sabiendas de que me corrompería. Tan cerca, y tan lejos. Necesito agua, Miska.

Seija, se va a cortar la comunicación.

– No llores, mi niña. Gracias por hablar conmigo. No sé que hubiese hecho sin ti.

Seija, por favor, no te derrumbes. Saldrás con vida. Seija, escúchame.

– Adiós Miska. Te quiero.

Seija…


[Comunicación interrumpida]

[…]

Oskari. Capitán, aquí Miska. Sácalos de allí. O juro por el maldito Padre que lanzaré la Laestisa a por ellos si hace falta.

– Tranquila, Miska. Volverán a casa.

¿A casa? No tenemos casa, capitán. Nos la arrebataron al concebirnos.

Entrada 25 – Oskari

Capitán Oskari, piloto principal
Ciclo 87
Sistema: 9º
Laestisa II: órbita de Valmeri
Archivo de audio [Transcrito]

¿Es seguro hablar?

– Sí, ahora sí…

Quiero que estés seguro, Viljo.

– Mierda, lo estoy… Es decir, sí señor, lo estoy. Lo siento, señor.

Ya veo que le estás cogiendo gusto al mando, oficial primero.

– …

¿Te das cuenta de lo que has hecho?

– Yo no he sido, señor. Fue Satu. Ella abrió la puerta.

He leído el informe de Kaarle, una copia de lo que escribió en el diario.

– No le ordené hacer eso.

Pues lo ha hecho, oficial. ¿Algún problema?

– No, señor. Es solo que mis órdenes fueron que escribiese los sucesos del primer día en el diario. Nada más.

¿Por algo en especial?

– Pensé que era lo primordial, señor. Guardar constancia del encuentro con los unaitis, para que Mermoa lo reciba con seguridad.

… Ya. Sí, buen trabajo, oficial. Pero sigo siendo el capitán de la Laestisa. La misión está a mi cargo. De ahora en adelante, se informará tanto a mí como al diario. Yo soy Mermoa, ¿entendido?

– Sí, señor.

Y ahora infórmeme de lo que ha ocurrido. ¿Y qué son los unaitis?

– Hemos estado a la altura de las circunstancias, señor. Mi equipo lo ha estado. La misión ha tomado un nuevo significado para nosotros.

Por partes, Viljo. Empieza desde el principio, desde que Kaarle informó la segunda noche.

– Estábamos en la parte baja de un edificio. Si se podía subir a otros pisos, nunca lo supimos, pero nuestra planta estaba vacía y eso era todo lo que importaba. Habíamos estado mucho tiempo huyendo sin descanso, y por fin pudimos descansar. A la mañana siguiente, Vellamo y Kaarle informaron de los resultados de la disección practicada a un valmeri. Supongo que lo incluiría en su informe.

Sí. Continúe.

Sí. Continúe.

– Seppo sigue sin terminar de creerse que los valmeris puedan estar trastornados, que no sean tal y como se nos han mostrado. Insiste en nuestro allanamiento a un lugar sagrado. Aunque dice que la teoría de Kaarle y Vellamo tiene sentido, sigue haciéndose preguntas. Lo cierto es que me preocupa su insistencia. Apenas ha dormido.

Su padre murió con esperanzas de ver todo esto. Seppo nunca habló de Kalevi tras su muerte, y si embargo no para de mencionarle desde que llegamos a la órbita de Valmeri. ¿Hablaste con Satu sobre ello?

– Algún comentario aislado. Dijo que es un yarvi ejemplar. Que ni siquiera oficiar el ahogamiento de su padre pudo con sus ánimos de trabajo, y que heredó la pasión de Kalevi por este sistema. No me pareció que mencionase nada sobre dolencias o afectaciones.

Bien. Prosigue, oficial.

– Satu es lista, más que Kaarle. Cuando dijo que no encontró evidencias que pudiesen confirmar la teoría del trastorno valmeri, ella se adelantó a su cierre y preguntó por daños cerebrales. Obviamente, como ya sabe, la cabeza de esa cosa no era sino pulpa gris y huesos.

Ah, sí. El disparo de Lumi. Parece que ha respondido mejor de lo que esperábamos.

– Sí, señor. La oficial Lumi está resultando ser un recurso más que valioso.

Lo es. No lo desaproveches, Viljo. Continúa.

– Como decía, Satu sugirió buscar otro valmeri para poder estudiar su cerebro. Kaarle la miró con odio. Oh, sí. La odia más que a nosotros. Él y Vellamo no estaban convencidos. Decían que era demasiado peligroso siquiera llamar la atención de un valmeri, por su maldita costumbre de alertar a toda la ciudad en cuanto ven carne.

¿Por qué no se lo impediste?

– No pensé que fuese a hacerlo, capitán. La estancia en la que nos encontrábamos estaba separada de la calle por dos grandes cristales, protegidos por láminas correderas de metal. La puerta era de aluminio y cristal. Nuestra posición solo era segura porque los valmeris no nos habían visto. No habríamos resistido ni un envite de esas criaturas de habernos atacado. Jamás pensé que Satu fuese capaz de mostrar tal iniciativa por la misión.

Encomiable entonces. ¿Salió ella sola?

– Sí, señor. Es toda una yarvi, ¿no cree? Se acercó a Kaarle, y le miró como solo Aisyva podría mirar a alguien. Le arrebató el cuchillo de muestras, mientras le acusaba de traición, y se dirigió a la puerta. Sé que no lo decía en serio, que solo trataba de azuzar a los demás y avergonzar a Kaarle. ¿No es cierto?

Probablemente. Disciplina. Satu es especialista en eso. ¿Qué ocurrió después?

– Satu salió del edificio. Corrió hacia la esquina de la calle, y Lumi y yo tratamos de detenerla. Quiero decir, de protegerla. Entonces llegaron los valmeris. Todo lo que recuerdo posterior a eso son disparos, gritos, carreras, y más disparos. Satu se vio rodeada con facilidad.

¿Y qué hay de los demás?

– Salieron en tropel al oír los gritos. No los nuestros, los de los unaitis.

¿Unaitis?

– Luego se lo explico, señor.

Continúa.

– Dejé a Lumi a cargo del equipo, y fui a por Satu. Había matado a una criatura evitando dañar su cráneo. Lo había degollado, pero el unaiti seguía combatiendo, muriendo desangrado lentamente. La siguiente cuchillada de Satu le dio en una pierna, por encima de la rodilla, y un chorro de sangre brotó de su herida. El ser se desangró en cuestión de segundos.

Agradezcamos al Padre, y a nuestros propios padres, el entrenamiento en la Laestisa. Al fin ha servido para algo.

– Sí, señor. Pero eran demasiados. Pronto, Satu fue superada por los unaitis. No pude llegar hasta ella. Se defendió rápido y bien. Se libró del agarre de dos de ellos, y echó a correr calle arriba. Maté a los que la siguieron, pero… En fin. Supimos qué camino había seguido solo escuchando el coro de voces roncas que se iba levantando por la ciudad. Pudiendo sentir solo admiración por ella, recogí el cadáver del unaiti con la cabeza intacta, y lo llevé de vuelta a nuestro refugio.

Que Vellamo me haga llegar el informe de la disección.

– En seguida, señor. Pero la operación fue breve. No tardaron en encontrarnos, y hemos tenido que cambiar de refugio.

¿Y qué hay de Satu?

– Sin noticias, señor. Aunque su intercomunicador emite señales de vez en cuando. Es posible que no tenga oportunidad de hablar. No la daría por muerta.

Bien, es algo. Apenas queda tiempo de comunicación. Pásame con Seppo.

– Sí, señor.

– Aquí Seppo. Saludos, capitán.

Encantado de oírte, instructor. El oficial primero Viljo ha nombrado “unaitis” a los valmeris. Presumo que es cosa suya.

– Sí, capitán. Verá, no creo que de verdad sean los olvidados. Pero, una vez más, las similitudes con nuestra cultura son… difíciles de explicar.

Hábleme de los unaitis.

– Son seres mitológicos de la antigüedad. El ahogamiento en los yarvi ha existido desde que se tiene constancia de los ritos funerarios. Cuando los primeros yarvi se adentraron tierra adentro, explorando más allá de los lagos de Mermoa, pocos volvían con vida. Y todos los supervivientes estaban deshidratados y suplicando un… baño. Oh, Madre, yo también necesitaría uno ahora mismo.

No pienses en ello. Será peor.

– Es fácil para ti, capitán. Allí tenéis agua dulce. Aquí solo hemos podido remojarnos con algo de agua embotellada que encontramos en el primer refugio. Creo que era un almacén, ¿sabes? En fin, como decía, ya que te veo repentinamente interesado en mitología…

Todo lo relacionado con la misión es importante. Todo.

– Por supuesto, señor. Mientras los yarvi morían en las tierras secas de Mermoa, en los lagos las ciudades primitivas vivían la espera con angustia. Cuando los supervivientes regresaron, anunciando el infierno que había más allá de las orillas de los lagos, lamentaron no poder ahogar a sus muertos y entregarlos a la Madre para ser juzgados. Estaban en el reino del Padre, lejos de la influencia de Aitivera. Si los muertos del agua son suyos o de Aisyva, era lógico pensar que los muertos de la tierra eran del Padre Isholvi.

¿Unaitis?

– Exacto. Los olvidados por la Madre. Los nuevos hijos de Isholvi. Los yarvi reclamados por Aitivera se unen al ciclo del agua. Forman parte de los lagos y de nosotros, combaten al Padre en la época de lluvias. Los que son rechazados caen a las profundidades de la rencorosa y vengativa Aisyva, y se convierten en escorias, criaturas de las aguas.

Déjame adivinarlo…

– Apuesto a que ya lo ha hecho. Los yarvi abandonados eran adoptados por el Padre, según la creencia. Secos, reanimados, muertos en vida que volverían para castigar a los yarvi en el día del fin del mundo. Los unaitis.

Pero los valmeris no están muertos.

– No. Pero son nosotros. Somos ellos. Los yarvi nos asociamos con el agua. Los valmeri con la tierra y el sol. Y si estas cosas no son lo que deberían ser… Entonces no se me ocurre mejor forma de describirlos. Son el fruto del trabajo de Isholvi.

A mi me parece una mera coincidencia.

– ¿Coincidencia? Los unaitis son nuestra perdición, capitán.

 

Entrada 24 – Kaarle

Tripulante Kaarle, Equipo de Investigación, biólogo
Ciclo 87
Sistema: 9º
Valmeri
Archivo de escrito

Recoger una sesión de disección sin poder tomar notas de voz es de lo más tedioso. Pero ya he terminado. Al menos con lo que he podido hacer sin más medios que mi cuchillo de muestras.
El oficial primero ha insistido en que escriba, además, los acontecimientos del día. Estoy cansado. Muy cansado. Pero no puedo dormir, y no parece que vayamos a movernos de aquí cuando Novena vuelva a salir. Al menos servirá para que la noche pase más rápido.

Seppo, Lumi y Vellamo encontraron a un valmeri en un antiguo edificio, cerca del lugar de aterrizaje. El encuentro fue hostil. Por la descripción que hicieron de la situación, es posible que el valmeri se encontrase en algún tipo de estado letárgico. Cuando se aproximaron a su escondite, se despertó y tardó un tiempo en reaccionar. Aunque su comportamiento fue hostil desde el principio. Trató de agarrar a Seppo, pero Vellamo lo impidió. Cuando decidieron marcharse del edificio, el valmeri ya estaba totalmente despierto, y les persiguió hasta la salida. Dos más se le unieron, saliendo de Aisyva sabe dónde.

Nos encontramos con ellos, y los valmeris casi se les echan encima. Pero al exponerse a la luz de Novena, parecieron desorientarse. Se detuvieron en seco y se taparon los ojos. Debieron estar mucho tiempo durmiendo… Pero, para nuestra consternación, se habituaron pronto a la luz. No sabíamos qué hacer. Lumi y Viljo sacaron sus armas y apuntaron, aún sin atreverse a disparar. Empezamos a discutir.

Seppo ordenó que bajasen las armas, algo que Viljo no toleró. Su primera vez al mando de un equipo, y no deja que nadie pretenda llevarle la contraria. El instructor insistía en decir que habíamos ofendido a los valmeris al entrar en un lugar sagrado para ellos. En ese momento aparecieron tres criaturas más del interior del edificio. Uno de los valmeris se estiró cuan largo era, y casi desencajándose la mandíbula, gritó. Un grito estremecedor. Agudo, gutural. Un chillido potente que hizo que los demás valmeris gritasen a su vez… Y que fue coreado por cientos de gargantas, por todas partes, extendiéndose por la ciudad como una llamarada. Fue espantoso.

Viljo disparó al cuerpo de la criatura, y con un rugido ésta se abalanzó hacia él. Hizo fuego dos veces más, apuntando a las piernas, y el valmeri cayó. Trató de levantarse, sangrando a borbotones, y murió. Los otros seres corrieron hacia nosotros. Viljo ordenó ir de vuelta a la lanzadera, y todos corrimos hacia el lugar de aterrizaje. Lumi y Viljo disparaban sus armas una y otra vez, y los valmeris recibían el fuego sin tratar de defenderse. Seguían corriendo hasta que morían de pie. No sienten dolor, apenas se cansan. Fuerzan su físico hasta su límite, si es que lo tienen. Solo quieren cazar.

Las puertas y ventanas de los edificios parecían estallar a nuestro paso. Por todas partes, los recién despertados valmeris salían a la calle destrozando los obstáculos que se lo impidiesen. Pronto nos cortaron el camino, y tuvimos que correr sin rumbo por las calles de la ciudad.

Una vez internados en la ciudad, aquello fue una locura. Avanzábamos sin rumbo, tratando de permanecer juntos. Entrábamos en una calle vacía, y de pronto aparecían más de esos seres, cortándonos el camino. A nuestra espalda aparecían nuestros perseguidores, y dábamos gracias a la Madre por cada callejón que encontrábamos para poder salir. Y los gritos. Cada vez que un grupo nos descubría, varios nos atacaban mientras uno gritaba, sin duda alertando a más valmeris de nuestra presencia.

Hemos despertado a una ciudad que quiere darnos caza.

Logramos despistarlos durante un momento. Desfallecida por el cansancio, Seija se dejó caer sobre la puerta de un edificio que, casualmente, cedió. Seija cayó al suelo, y un valmeri surgió del umbral de la puerta. Lumi le disparó en la cara a bocajarro, y la criatura murió al instante. Entramos en el edificio, justo a tiempo. Encogidos, pegados unos contra otros, contuvimos la respiración mientras oíamos a los valmeris correr de un lado a otro, habiéndonos perdido de vista.

Cuando todo quedó en silencio, solo roto por los gritos ocasionales de esas criaturas, Lumi y Viljo se internaron en la estancia para asegurar la zona. Solo cuando confirmaron que estábamos solos, nos permitimos relajarnos y descansar.

Y ahora vienen las preguntas. A cada uno las suyas. Yo no voy a cuestionarme, como está haciendo Seppo, si estos seres han podido levantar esta civilización. O si son los valmeris que buscamos. No hay más que ver el lugar en el que estamos. Hay decenas de estanterías repletas de alimentos, agua embotellada y otro tipo de bebidas y objetos. No sé si se trata de una especie de almacén, pero Seija no podría haber caído en mejor sitio. Y estas criaturas salvajes no pueden haber planeado y construido esto.

Estos seres están sucios, llevan ropas mugrientas, y apestan. Los valmeris de las imágenes que hemos visto en diversos papeles que hemos encontrado, son limpios y sonrientes. Entonces, ¿qué puede haber llevado a una especie inteligente, a convertirse en algo así? Porque, sin duda, estos seres son valmeris. Pero tanto Vellamo como yo, pensamos que deben haber sufrido algún tipo de trastorno o enfermedad.

Revisamos las imágenes de las encuadernaciones que hay en una de las estanterías, y encontramos información de toda clase. Pero lo más importante para nosotros en ese momento era hacernos una idea de cómo sería un valmeri físicamente en su estado natural. Con esa idea en la cabeza, cogimos a la criatura que había matado Lumi al entrar, y lo preparamos para diseccionar.

Resulta ser una especie interesante. No por novedosa, sino por similitud. De no ser por diferencias fenotípicas, casi diría que estaba diseccionando un yarvi. Carecen de alguno de nuestros órganos, pero es natural. Nuestra evolución no es la misma que la suya, por ser Mermoa distinto a Valmeri. Aunque, como ya he dicho, las diferencias no son tan remarcables como cabría esperar de una especie alienígena. Por ejemplo, les falta un órgano adherido al estómago para asimilar sustancias venenosas y obtener sus nutrientes. Pero, obviamente, no les hace ninguna falta. Habría que analizar muestras en el laboratorio de todas formas. Esto es apenas un informe visual.

En cuanto a características físicas, los valmeris carecen de extremidad subespinal. Es decir, no tienen cola como nosotros. Tienen algo de vello en el cuerpo, especialmente en cara, axilas e ingles; y mucho pelo, más duro y largo, en la cabeza. Su piel es algo más blanda, aun teniendo una capa lipídica bajo ella, como nosotros. El tono de la piel es claro, en lugar del azul grisáceo yarvi. Pero hemos visto imágenes de valmeris con otros tonos de piel, así que aún no he sacado nada en claro. No tienen membrana interdigital en las manos ni en los pies, y carecen de doble párpado. Por todo ello, casi podría asegurar que son el resultado de una posible evolución de los yarvis en tierra, en lugar de en agua.

Sea como sea, el cuerpo parecía estar sano. En una mezcla entre curiosidad y miedo, abrimos el estómago. Lo encontramos prácticamente vacío, con restos de una plasta maloliente mezclada con jugos gástricos. Pensamos que tomó mucho alimento antes de entrar en letargo, y que despertaría de forma natural al quedarse sin reservas. Una especie de hibernación. Solo que nosotros hemos acelerado su búsqueda de alimento…

Aún estoy convencido de que estos valmeris no están actuando con normalidad. No tiene sentido, viendo su tecnología y adivinando su comportamiento. El problema debe estar en el cerebro. Y Lumi ha convertido el de este valmeri en un puré de masa encefálica y huesos.

No lo he hablado con Viljo, y le he advertido a Vellamo para que mantenga la boca cerrada. Conociéndole a él y a Satu, nos mandarían fuera en busca de otro valmeri con el cerebro intacto.

Y no pienso apostar mi pellejo por nada que no sea salir de aquí con vida.